Con países como Irán aspirando a ser potencias nucleares,
el mundo teme por el acceso de las armas de destrucción masiva a los grupos
terroristas. La amenaza que enfrentan los gobernantes del Siglo XXI y algunas
pistas para entender el complejo entramado de los poderes nucleares hoy.
Corría el año 1949
cuando Igor Vasilyevich Kurchatov, líder de los científicos de la URSS, dio la
orden que los convertiría en una potencia mundial: realizar la primera prueba nuclear,
nombrada en código 'RDS-1', en el campo
de pruebas Semipalatinsk, hoy parte de Kazajstán.
Algunas de las
partículas emitidas por la bomba de 22 kilotones fueron detectadas por Estados
Unidos, que confirmó el 23 de septiembre de ese mismo año su sospecha más temida:
el monopolio de la bomba atómica había sido quebrado.
Ese día comenzó
oficialmente la guerra fría y con ella la Destrucción Mutua Asegurada, o sea el
equilibrio del terror. A pesar del odio, acusaciones y enfrentamientos
indirectos generados por estas dos grandes potencias del mundo, el choque nunca
fue directo ni a través del uso de la bomba atómica. En otras palabras, el
hecho de que ambas naciones hayan sido potencias nucleares trajo cierta
estabilidad y orden al sistema, que se dividió en dos bandos hasta el año 1989
con la caída del muro de Berlín.
Sin embargo, el
duopolio duró poco. Lentamente otros actores fueron uniéndose hasta formar el club nuclear, los cinco estados que hoy
poseen armas de destrucción masiva “legalmente”: Gran Bretaña, Rusia, Francia,
China y Estados Unidos. Más tarde se
sumarían dos estados con posesión declarada de armas: Pakistán e India.
Una vez finalizada la
guerra fría, en 1996, se firmó el Tratado de Prohibición Completa de los
Ensayos Nucleares (CTBT, por sus siglas en inglés), con el objetivo de reforzar
el Tratado de No proliferación de 1968. Sin embargo, el documento nunca fue
ratificado por China, Corea del Norte, Egipto, India, Israel, Pakistán y los
Estados Unidos, haciendo imposible que se convierta en una ley global. Mientras
esto no suceda, es más probable que estos países realicen pruebas, tales como
las que llevó adelante Corea del Norte en 2006 y 2009.
La importancia de las
pruebas nucleares recae en que son el último eslabón de la carrera hacia la
obtención de la bomba. Si un país realiza este tipo de pruebas significa que ya
ha superado el proceso de obtención de materiales, experimentación y
construcción. Los hechos de 2006 y 2009 fueron un gran desafío para la
comunidad internacional, porque se demostró que la anarquía del sistema, su
talón de Aquiles, permite que una nación más tenga la terrorífica arma que pone
en vilo al mundo.
En el mismo sentido
que Corea del Norte avanza Irán, que según estimaciones oficiales posee una
capacidad de enriquecimiento de uranio del 20% y, a pesar de los esfuerzos de Estados Unidos, Rusia, China, Francia,
Gran Bretaña y Alemania por negociar una reducción, Teherán lo considera un
derecho irrenunciable y se reserva la posibilidad de hacerlo "a todos los
niveles" con "fines pacíficos", tal como indicaron sus
representantes en una cumbre realizada en junio de 2012.
A partir del mes siguiente Irán recibió embargos financieros
y comerciales por parte de Estados Unidos y la Unión Europea, sus principales
compradores de crudo, generando una crisis de alimentos y medicamentos entre la
población iraní.
Como si todo esto no
fuera suficiente, el Siglo XXI se ha presentado global y complejo, con nuevos
actores robando protagonismo al Estado, como grupos criminales
transnacionales y grupos terroristas,
que de acceder al poderío atómico a través de partidos políticos asociados a
ellos, podrían generar una catástrofe que aterra principalmente a los Estados
Unidos e Israel, blancos de organizaciones como Al-Qaeda. Vale recalcar que se
sospecha también que Israel podría tener el arma atómica, teniendo, si esta
suposición fuera cierta, capacidad de respuesta inmediata frente a un ataque.
Para paliar semejante
complejidad, es necesaria a la ayuda de la tecnología, provista por la Comisión
Preparatoria CTBTO, una organización con sede en Viena que gestiona el
monitoreo en todo el mundo de pruebas nucleares, a través de sensores aéreos,
terrestres y marítimos. De esta forma, cuando una bomba es probada en cualquier
sitio, este grupo de científicos puede detectarlo y denunciarlo a la comunidad
internacional.
Para que este control
sea realmente efectivo, distintos organismos internacionales deberían reforzar
su presencia en las fronteras para mejorar la vigilancia y el tráfico de
materias primas para las bombas, ejerciendo un verdadero poder mundial en el
anárquico sistema de naciones.
A pesar de todo lo
dicho, probablemente la solución al peligro nuclear no sea la tecnología
avanzada o el refuerzo de la seguridad. Tal vez la respuesta sea tan sencilla
como planteó Ban Ki Moon, secretario general de la ONU: “la mejor manera de
eliminar la amenaza nuclear en cualquier parte es mediante la eliminación de
las armas nucleares en todas partes”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario